Rehabilitación TNF

La historia de Miriam Cabezuelo González

Priego de Córdoba, 2 de abril de 2024

 

¡Hola!… Mi nombre es Miriam Cabezuelo González, tengo 41 años y soy una superviviente  de la UCI. Hace 5 años y medio sufrí un broncoespasmo severo que me llevó a ver la muerte  muy de cerca.

La noche que ingresé en la unidad de cuidados intensivos, algo dentro de mí me decía que  no iba a salir de allí con vida… nunca había sentido tanto miedo, quería que aquel momento  terminara pronto y que pasara lo que tuviera que pasar. Pero mi personalidad es de luchar  mientras haya esperanza y me agarré con todas mis fuerzas a la vida, con el resultado de  despertarme a los pocos días y ver que seguía en este mundo.

Había conseguido salir viva de ese agujero, pero el infierno no terminó ahí… arrastré unas  secuelas que me convirtieron en una persona dependiente.

No sabía qué me pasaba, era incapaz de caminar correctamente y mis piernas parecían de  plastilina. El pie izquierdo lo llevaba arrastrando, era como si mis piernas no fueran mías.

Sufría dolores infernales, la concentración me fallaba, dolores de cabeza, crisis disociativas,  caídas sin darme cuenta, no podía caminar más de 100 metros incluso con la ayuda de un  andador. Mi vida se convirtió en estar todo el día sentada en un sofá. Perdí mi trabajo, mi  autonomía, las ganas de salir… todo se derrumbó y me convertí en un bulto, o así es como  me veía yo… necesitaba ayuda para todo.

Me pasé un año entero dando tumbos por la Seguridad Social, con rehabilitación,  diagnósticos erróneos o inciertos… hasta que encontramos una unidad especializada.  Por fin, tuve un diagnóstico claro, Trastorno Neurológico del Movimiento Funcional. Un trastorno que si no lo controlas te absorbe y llega a hundirte la vida con sus múltiples  síntomas.

Mi vida empezó a cambiar, un equipo compuesto por grandes profesionales de la  Neurología, Psicología, Psiquiatría y Fisioterapia, me enseñaron técnicas para poder  abordar mi trastorno y conseguir avanzar minimizando los síntomas.

Poco a poco, y con la ayuda del equipo fui mejorando, pero el camino no fue fácil.

Había momentos en los que no quería seguir luchando… mucho trabajo y los resultados no  eran los que yo esperaba. Cuando parecía que estaba mejor, volvían los dolores que me  provocaban perder la movilidad que había recuperado durante meses y otra vez vuelta a  empezar.

Una y otra vez me repetía que tenía que seguir, y así lo hice. Tenía que mantener mi mente  ocupada para poder pasar los días lo mejor posible, y la opción que mejor se adaptaba a  mis circunstancias era el estudio. Comencé a estudiar para entrar en la Universidad  mediante la prueba de acceso para mayores de 25 años, y en 3 meses conseguí aprobarla.

Actualmente curso mi segundo año de Psicología y espero en el futuro poder ayudar a  gente que como yo en su día necesitó la ayuda de terapia para poder superar momentos  tan complicados.

Ya estaba viendo la luz, todo iba mejor, pero me esperaba la guinda del pastel… la  depresión tocó a mi puerta. Era normal me dijeron los especialistas, llevaba muchos años  luchando y pasando situaciones muy difíciles y ese momento sabían que iba a llegar.

Volví a tocar fondo, la tristeza me invadió. La Mirian fuerte y alegre dejó de serlo, sentía un  vacío en mi interior que nada ni nadie me hacía sentir bien. Me pasaba el día acostada, no  quería ver la luz, ni hablar con nadie. Tenía fobia a hablar con la gente, me convertí en una

persona solitaria, triste, vacía… la depresión era severa, la palabra suicidio estuvo  revoloteando por mi mente y yo misma me daba cuenta de que era peligroso el estado en  el que me encontraba.

Quería salir de ese mundo, pero no podía. Una vez más el equipo especializado  estuvo ahí para sacarme de ese monstruo llamado depresión que muchas personan sufren  y que por desgracia algunas no llegan a superar.

A día de hoy, mi lucha no ha terminado, tengo una cuenta pendiente con el andador y más  pronto que tarde conseguiré poder caminar sin él, pero no tengo prisa… para mí ya es algo  secundario.

Puedo afirmar que, gracias a todo lo pasado, en estos momentos me encuentro en la mejor  etapa de mi vida, pues, el enfrentarme a algo tan duro como es este trastorno, me ha  hecho mucho más fuerte, aprendiendo a ver y afrontar la vida de otra manera, dándole  importancia a las cosas que realmente lo merecen y valorando enormemente cualquier  simple momento como dar un paseo o tomar una taza de café con una amiga. Me atrevo a  decir que este trastorno ha traído muchas más cosas buenas que malas a mi vida,  sirviéndome para reconducir mi camino con mucha más energía e ilusión, y con grandes  metas por alcanzar.

He sido una persona privilegiada, rodeada de una familia que siempre ha estado a mi lado,  de amistades dispuestas a todo por hacer que me sienta bien y de un marido que lo ha  dado todo por mí. Sin la ayuda de ellos hoy no estaría aquí.

Espero que mi historia sirva para ayudar a personas que estén en un momento  complicado… nunca hay que perder la esperanza porque quizás en el siguiente escalón esté  nuestra recompensa.

¡Siempre fuertes!

Miriam

 

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